Brillas, como la más bella de las vidas, brillas, pero no te veo.
Mi estado de letargo mental me arrastra en una corriente de círculos concéntricos, donde la comodidad y la vagancia se manifiestan en su más alto grado de actividad. El miedo también se expresa (¡faltaría más!): “tranquila, aquí estarás calentita y bien resguardada…” ¿de qué?.
Mientras, el ansia de cambio busca hacerse espacio, abrirse camino hacia la gran sala de la Otra Verdad, aquella donde no existen los límites, donde podemos expandirnos sin ligaduras, donde podemos cambiar sin miedos, donde brillas y te veo.
La metafísica del circo 
A la que es demasiado alegre
[Poema: Texto completo.]
Charles Baudelaire
Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.
El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.
El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.
Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.
Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;
Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.
Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,
A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.
Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.